No saludo al entrar

“No saludo al entrar”, pensé mientras la veía recorrer el pasillo que conectaba la entrada con el estante donde estaban los panes. No tendría por qué hacerlo. Alrededor solo hay personas desconocidas a quienes no les importa en lo absoluto un hola más en su atareada vida diaria, y creo que a ella le importa lo mismo, es decir, “nada”. Creo que aún no se ha percatado de mi presencia. El persistente destino se encarga de ponerla en mi vida, pero no deja que me note. Me pregunto qué haría si me viera. Quizás volteara con sus hermosos ojos cafés, los achinara hasta las mejillas y sonriera de oreja a orea con un caloroso “Hola ¿cómo estás?, Cuando me percato, estoy recordando aquellas mañanas en que despertamos juntos, más que tomados de la mano, tomados del alma.
 Me gusta este lugar, sus ventanas abiertas adornadas con macetas, llenas de flores, un arcoíris de hojas, -sus sillas de madera y el pan recién horneado que perfuma todo a hogar, pero también a viaje, el viento recorre el pasillo llevando los olores en un baile de sensaciones desde el paladar hasta el olfato, y ella, sobretodo ella, me gusta no tener que planear nada para encontrarla, que me llegue de sorpresa y le dé un toque de irrealidad a la lógica de la vida.
Se inclina ante el mostrador, mueve su dedo entre las opciones que nos ofrecen y señala un pan al azar. No lo hace por duda o pena, entiende que no hay mayor elección que aquella que no escogemos, como haber estado con ella y después ya no.
Obviamente mi trato delata el triste pasado, muestra que no fui yo quien no quiso, aunque siendo sinceros ella tampoco. Quizás si esa cuchara no hubiera caído ese día de la cocina y me hubiera hecho llegar unos minutos antes a la estación del tren, quizás si el día de mi nacimiento, a todos los taxis de la ciudad no se les hubiera dado por entrar en paro por un salario que nadie puede devengar y entonces yo hubiera nacido antes, si quizás la vida fuera más justa con los sentimientos y menos con las emociones, yo estaría al lado de ella escogiendo el pan.
Al azar suena un poco petulante de la vida ponernos en ese juego de no saber cómo ganar, y así como escogió el pan al azar, escogió a alguien más. Aunque en cuestiones de tiempo yo llegue después, en cuestiones de amor nunca llegue, ya que parece que la vida aún me la pone de frente para que entienda que las cosas buenas tardan un poco más y que quizás debamos ser un poco menos estúpidos para escoger al azar pero escoger bien, ya que las dos acciones van de la mano ante todo.
No digo que la espero, porque no es un objeto que la vida te pueda prestar, digo que la admiro. Esta tan presente aun sin estar, es como ver el mar en una pantalla. No he planeado nada. Al azar entré a una panadería porque venía siguiendo la pista del hambre que interrumpe la rutina diaria y te saca un rato para llenar la implacable necesidad de comer- Sin embargo, ahora que la veo aquí creo más que fue el GPS del corazón ya que este está conectado al estómago y vaya que estar aquí me llenó el doble.
Podría decir que sueño con que se dé la vuelta, pero no, sueño con que vuelva, pero que vuelva para quedarse, quizás al azar sí, quizás al azar no, aún no hemos lanzado los dados, ni hemos comprado el último pan.
-Ed Laverde

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