Memoria

Mientras todos estábamos sentados alrededor del círculo formado por flores marchitas, tallos de girasol puestos en el centro con una meticulosidad sagrada en forma de cuadro, y montoncitos de maíz y frijol, con pétalos de rosa encima, como representación de los recursos ilimitados que provee la tierra, pude ver que la vela puesta en medio de todo el ritual tomaba vida. Aunque de forma física la llama que alumbraba de su base era igual a la de muchas otras, cuando cerré los ojos y abrí el alma, note que la flama bailaba hacia todos lados, tomaba formas tiernas y fieras, dulces y salvajes, altas y bajas, fuertes y tenues, como si el fuego fuera un todo y ese todo nos envolviera en una iluminación ilustrada, de la cual solo hiciésemos parte aquellos allí rodeados por su infinita en-candidez. No era un fenómeno ajeno a lo que allí ocurría. El grupo sentando alrededor de la mándala, discutía sobre el objeto menos físico y más material que existe, la memoria. Las ideas de los participantes eran como troncos de madera seca, que se echan a una fogata ardiente bañada en gasolina, una llama eterna, que ardía en reflexión, de ese tipo de reflexiones de crecimiento en donde cada palabra cala en la concepción de que no hay nada más delicioso  que el escuchar una idea que no se había oído antes. Y en ese lugar pude sentir la conexión humana de un ancestro común, la tierra. Un manantial de frases memorables brotaban de aquellas mentes pensantes, como si, la desgracia y la melancolía hubiesen desbordado de razón sus cerebros y estos en su limitado espacio craneal, se estuviesen expandiendo hacia un plano más allá en donde las ideas confirmaban su infinitez reafirmando que estas se hacen universales cuando están elevadas por el motor del corazón de muchos que rezan al unísono, "lo mejor solo existe si es para todos" . Aquel instante hablando de memoria, fui consciente de ella. De cómo allí está en aquel primer recuerdo de la infancia en donde le dije a mi padre que no me volviera a poner pañal que  ya era un hombre grande, a pesar de mis escasos dos años. Y es que, en un lugar como este en donde las balas matan las ideas, uno crece a la carrera y cuando menos se da cuenta ya está viejo. Fue apenas hace unos días cuando papá dijo, "no me di cuenta y me envejecí" y aunque el seguía siendo para mi el mismo señor con el cual había reflejado mi figura ejemplar de persona, sus ideas estaban empezando a vivir en un caparazón más desgastado. Así de fuertes son(las ideas) que el cuerpo solo las resiste un instante si es que lo que llegamos a vivir se puede llamar instante. El eco de nuestros pensamientos es tan fuerte, que incluso después de la muerte, aún se escuchan en los corazones de aquellos que en vida nos quisieron. Somos la memoria del tiempo. Se que en mi, en todos, vive una parte de la humanidad, espero, ojala, que sea esa que guarda nobleza como si de una fortaleza de tratase, inexpugnable, imponente y siempre abierta para aquellos que vengan con aires de ayuda.
Aquí, sentados, solo somos murmullos detrás de una cascada, tormentosa, nublada, que no nos deja ver que hay detrás, solo podemos soltar nuestras ideas al viento y dejar que se eleven como faroles en la noche, pero, al hacer el esfuerzo de a uno darle golpes a la roca de la tiranía, en algún punto le haremos mella y la muestra de esa huella, de una batalla ganada, quedará en la memoria de los que la vean y digan, si unas pocas manos, moldearon esta piedra, todos nosotros, con el alma, curaremos, la tierra.

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